Fernando Mires - LA CAÍDA DE LA DICTADURA SIRIA
Domingo 08.12 de 2024: Las tropas islámicas de la organización comandada por su líder político y militar Abu Mohammed al Jawalni han entrado a Damasco arrasando con la débil resistencia ofrecida por la guardia del dictador ya derrocado Bachar al Assad.
Es quizás importante recalcar el término “débil resistencia” pues da cuenta de un hecho objetivo. La caída de la dictadura no solo fue un producto de un hecho militar sino también de una realidad social y política: ni el ejército, ni mucho menos la población civil parecían demasiado dispuestos a defender al brutal dictador. En ese sentido no podemos hablar de una guerra civil como pregonan algunos periódicos. Lo ocurrido fue más bien una combinación entre un levantamiento social, cuyo actor principal fue la mayoría de la sociedad siria y una vanguardia militar políticamente estructurada: Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la liberación del Levante)
El HTS es una organización militar, religiosa, política y –esto es importante- nacionalista. Una combinación no común entre los grupos para-militares islámicos, generalmente transnacionales.
“Desde este momento Siria será para todos los sirios”, fueron las primeras palabras que pronunció en Damasco, frente a los micrófonos, al Jawalni. No dijo para todos los creyentes, como acostumbran hacer los líderes de Islam. Y, políticamente, Jawalni tiene razón. La suya no fue una guerra en contra de los "infieles" sino en contra de la dictadura siria y sus esbirros.
En sentido estricto nos encontramos frente a un movimiento de liberación nacional en el exacto sentido del término. Esto no lo convierte de por sí en un movimiento democrático. Al fin y al cabo todos sabemos que la democracia no forma parte del DNA histórico islámico. Pero la participación popular en el levantamiento sirio que acabaría con la dinastía dictatorial, es innegable.
De los pocos datos que por ahora disponemos de la persona del líder, deducimos que estos concuerdan con el carácter pluri social y pluri confesional del movimiento insurgente. Por de pronto Al Jawalni parece ser una persona muy inquieta. De hecho ha militado en diversos grupos islámicos y siempre ha terminado rompiendo por razones políticas. Su cuna militar fue Al Quaeda a la que muy joven ingresó como reacción a la invasión norteamericana a Irak. En 2010 fue hecho prisionero por las fuerzas de ocupación norteamericanas y recluido en el Campamento Bucca, cerca de la frontera con Kuwait. Allí conoció a yihadistas que después formaron el Estado Islámico (EI) incluyendo al futuro líder de esa organización, Abu Bakr al Bahdadi. Siguiendo las orientaciones de este último, después de su salida de la prisión, Jawalni se instaló en Siria fundando el Frente Nusra, afiliado al EI. Sin embargo, analizando el fracaso de la revolución primaveral del 2011, al Jawalni llegó a la conclusión de que la liberación de Siria debería suceder de acuerdo a la realidad política de la nación y no siguiendo instrucciones de fuerzas ajenas al país. Por lo mismo el movimiento no podía ser una simple sucursal del EI en terreno sirio.
El 2016 al Jawalni consumó su ruptura definitiva con el EI. El 2017 fundó el HTS, instalando su cuartel general en Idlib y en zonas aledañas, formando el Gobierno de Salvación, opuesto radicalmente a la Yihad global del EI. En una entrevista concedida a PBS declaró Jawalni que el objetivo principal del “gobierno” era el derrocamiento del dictador de Siria y que estaba dispuesto a recibir ayuda de EE UU y del Occidente, palabras que deben haber sonado como blasfemias en los oídos de los yidahistas de Al Qaeda y del EI. En el 2020, HTS declaró su total oposición a Al Qaeda, e incluso encarceló a algunos de sus dirigentes.
Desde que ocupó Idlib, el HTS no solo ha existido como ejército. Una de sus tareas fundamentales ha sido asesorar a la población en materias de seguridad, sobrevivencia y trabajo. A diferencias de Al Quaeda y del EI, la preocupación primordial del HTS ha sido acumular fuerzas sociales estableciendo vínculos directos con los habitantes de la región. Por cierto, impone en las ciudades que ocupa, la ley de la Sharia, pero al mismo tiempo ha sabido establecer buenas relaciones con todas las confesiones. Antes que musulmanes, cristianos, alawíes, shiíes y suníes, los sirios son para HTS, sirios.
De acuerdo a la dirección de líderes como al Jawalni, el objetivo ha sido fundar un estado nacional y pluriconfesional a la vez. Gracias a esa estrategia ha logrado mantener la adhesión de los cristianos ortodoxos del país. Lo mismos sucede con las llamadas minorías étnicas. Si no hubiera sido por el apoyo recibido por los drusos del sur, HTS no habría logrado transformarse en la fuerza hegemónica de la región.
La larga marcha hacia el norte, tomando el control sobre ciudades claves como Jama y Homs, era un plan que debía adquirir formas cuando llegara el momento preciso. Ese momento llegó a fines de 2024. El avance, en efecto, tuvo lugar gracias a condiciones que se dieron a nivel nacional como internacional.
Desde un punto de vista nacional la situación económica no podía ser peor. La inflación era indetenible. El promedio de salario mensual, solo para los empleados de gobierno, era de 40 dólares en un país que se necesitan por lo menos 300 dólares para sobrevivir. El régimen se sentía amenazado por todos lados. La indignación aumentó cuando al Assad subió el salario de los militares en un 50%. A ello se agregaba la visión de un estado extremadamente corrupto.
Desde un punto de vista emocional, la ocupación del país por tropas rusas era una afrenta al sentimiento patrio que en Siria, a diferencia de otras naciones islámicas, puede ser más fuerte que el religioso. Los sirios aprendieron rápido lo que los países vecinos a Rusia saben: que la ocupación rusa trae guerras y matanzas pero jamás bienestar económico. Rusia suele exportar su propia miseria.
Desde el punto de vista internacional, las condiciones para que HTS iniciara su marcha hacia Damasco, también eran muy favorables. En cierta medida, una parte grande de esas condiciones se las debe HTS a Israel. Si no hubiera sido por la guerra de Israel en contra de los dos brazos armados de Irán, Hezbolah y Hamas, estos habrían acudido de inmediato en defensa de al Assad. Israel, en su propia guerra, había cortado los dos tentáculos principales del pulpo Irán.
De la misma manera HTS eligió muy bien la situación frente al imperio ruso. Embarcado en una ofensiva final en contra de Ucrania, antes de que tengan lugar las conversaciones entre Trump y Putin, Rusia podía tener dificultades para desviar sus efectos militares hacia Siria. No solo las tenía. Putin ha demostrado al mundo que no está en condiciones de mantener dos guerras de alta intensidad al mismo tiempo. Más todavía: si movilizaba sus destacamentos hacia Siria se habría encontrado con la oposición militar de Turquía, país que es una potencia militar y miembro de la OTAN a la vez.
Erdogan, e incluso la oposición turca, han mostrado firmeza en dos puntos. Uno: hay que impedir que Irán se convierta en la potencia hegemónica de la región, hecho que ya es imposible. De ahí que el asesino Putin, para conservar sus formas, debió contentarse con bombardear esporádicamente algunos reductos donde habita la población civil de Siria, tal como lo hace día a día en Ucrania. El segundo punto es que Erdogan tampoco acepta que Putin ejerza control sobre el destino del mundo islámico.
Pero no hay que cantar victorias. Putin tiene todavía algunas zonas estratégicas que defender frente a los rebeldes. Entre ellas algunas militarmente estratégicas como la flota rusa del Mar Negro, la que conecta directamente a Rusia con el Mediterráneo.
No obstante, lo decisivo es lo siguiente: el gran perdedor de la revolución siria –creo que ya podemos llamarla así– ha sido por el momento Rusia. Con su retirada de Siria, Rusia perderá sus conexiones con el mundo islámico y, por lo mismo, quedará reducida a ser lo que siempre ha sido: un imperio regional.
¿O estamos frente a una jugada táctica de Putin? No podemos saberlo bien todavía. Aunque quizás cabe otra alternativa: así como cuando la URSS al perder toda posibilidad para expandir su revolución a Occidente, y Lenin lanzara la consigna “hacia el Oriente” (1923), puede que Putin invierta los términos y persista en su consigna central: “hacia el Occidente”. Si es así, la frase de Trump cuando al referirse a los sucesos de Siria dijo “esa no es nuestra guerra”, perdería todo sentido.
El mundo, olvida Trump, es que desde que existe la globalización, hay un solo mundo. Y todo lo que pase aquí, tendrá repercusiones allá.
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