Fernando Mires – ORIENTE MEDIO: UNA MARAÑA DE ESTRATEGIAS

 








Las estrategias - hablamos de las políticas y militares – no se venden en las farmacias. Quiero decir: no son productos acabados. Por el contrario: son siempre preformativas. Las estrategias van cambiando de acuerdo a circunstancias que se presentan a lo largo de los caminos recorridos. En términos políticos y militares, de acuerdo a correlaciones de fuerzas; y estas, son siempre cambiantes. A esa conclusión es posible llegar si leemos un texto escrito por dos altos ex funcionarios de gobierno en Israel: Amos Yadin, ex general de división fundador y presidente de MIND y Avner Golov, vice presidente de MIND y ex director senior del Consejo de Seguridad Interior de Israel.

LA ESTRATEGIA DE LA PAZ

Sintetizando, el extenso artículo publicado por Foreign Office -cuyo título en español es “Un orden israelí en Oriente Medio”- intenta proponer al gobierno israelí que, ya que ha obtenido una victoria sobre sus principales fuerzas enemigas, Irán y sus dos brazos armados, Hamás y Hezbolah, más la consiguiente caída de la tiranía siria de al-Hassad, ha llegado la hora, política y no militar, para que Israel tome la iniciativa y proceda a reformular un nuevo orden geo-estratégico con algunas naciones del espacio islámico, uno destinado a asegurar una paz duradera en la región.

Criticando entre líneas algunas frases de Netanyahu, según las cuales Israel se arrogaría por sí solo la iniciativa de refundar el nuevo orden del Oriente Medio, escriben los citados autores: “Israel no debe tratar de imponer su visión de un nuevo orden regional por sí solo. Necesita la aceptación de los Estados Unidos, Arabia Saudita, Jordania, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, así como de Alemania y el Reino Unido. Incluso, mientras la política exterior de los Estados Unidos experimenta su propio alineamiento bajo el presidente electo Donald Trunp. La situación es delicada. Pero por primera vez desde el ataque del 7 de Octubre, Israel tiene la oportunidad de aprovechar el momento”.

En palabras más breves: la tarea, según Yadin y Golov, sería la de formar una gran coalición decidida a imponer la paz en contra de la guerra impuesta desde Irán, apoyada por la Rusia de Putin. El objetivo sería aislar a los enemigos de esa paz –en el hecho Irán y Rusia ya están aislados– y construir un nuevo orden geopolítico regional, pacífico y próspero a la vez.

Suena bien. Pero el tema se complica si tenemos en cuenta que Israel no es la única potencia militar del Oriente Medio. De tal modo, la que podría ser una estrategia beneficiosa para Israel, puede que no lo sea para otras potencias imbricadas en los conflictos regionales. Decenios de guerras implacables han dejado profundas huellas. De ahí que, a diferencias de los dos autores, en lugar de alianzas, sería preferible usar términos más modestos como “pactos de cooperación” o “acuerdos puntuales” los que eventualmente, y solo si se dan condiciones favorables, podrían culminar en una alianza estratégica de larga duración.

Lo dicho resulta evidente si se considera que las antiguas estrategias que primaban en la zona todavía no han sido desplazadas. Hamás e Hizbolah han sido derrotados pero continúan existiendo. Irán sigue siendo una potencia nuclear aliada de la Rusia de Putin y diversas fuerzas que controla continúan operando, entre ellos los hutíes del Yemen, a las vez que estos están apoyados militarmente desde Rusia. La injerencia de Rusia en la región tampoco ha desaparecido. Por ahora podemos hablar de un repliegue, pero no de una derrota total de Rusia. Hay que contar además con la intromisión directa de Turquía en la caída de la dictadura de al-Assad, hecho que altera de modo sustancial las relaciones de poder geopolítico al interior del mundo islámico. 

No olvidemos: Turquía es una potencia multivalente. Por una parte es miembro de la OTAN. Por otra, concuerda en diversos puntos con la Rusia de Putin. Con respecto a Ucrania está mucho más cerca de personajes como Orban o Le Pen, es decir, más cerca de Rusia que de los gobiernos del resto de Europa. Y, para la paz que se desea en el Medio Oriente, será necesario recordar que, al mismo tiempo que Turquía se ha opuesto a Israel en la guerra en contra de Irán, apoyó a las fuerzas rebeldes en contra de la dictadura de Siria y de hecho, en contra de Irán, gracias precisamente a condiciones que creó Israel. También hay que tener presente que Erdogan mantiene excelentes relaciones con grupos radicales islamistas, entre ellos “Los Hermanos Musulmanes” de Egipto y Túnez.

No por último tenemos que contar con el acceso al poder de Donald Trump de quien habrá que esperar que desarrolle una estrategia haca el Medio Oriente, si no opuesta, al menos diferente a la que ha sido mantenida durante el gobierno de Biden. De tal manera, lo que vemos por ahora en la región es una maraña de estrategias de la cual, la aún no presentada claramente por Israel, sería una sola; una más entre varias. Puede sí que sea la más importante. dado que Israel es el vencedor militar de las guerras en contra de las ramificaciones de Irán, guerras que abrieron el camino para la caída de la dictadura siria frente a los milicianos del ETS.

ESTRATEGIAS SANGRIENTAS

Si hacemos una recapitulación, la primera estrategia claramente definida no provino de Israel sino del ataque a Israel realizado el 7-0 por el Hamás, por encargo de Irán y con conocimiento previo de la dictadura rusa. Se trataba, como hemos reiterado en otros textos, de un proyecto bien pensado, incluyendo la horripilante masacre ordenada por el difunto líder de Hamás, Yahia Sinwar. El objetivo claro era forzar a Israel a hacer una guerra que, dada las condiciones demográficas que se dan en Gaza, no podía sino ser sucia, con un altísimo porcentaje de pérdidas en la población civil. El cálculo de Sinwar estaba basado en el hecho de que Netanjahu atravesaba por una profunda crisis de gobierno, agregando a ella un notorio aislamiento internacional.

Probablemente los representantes de Irán, Hamás e Hisbollah, pensaron en que la guerra en Gaza iba a ser algo así como un foco en torno del cual giraría la inmensa mayoría de los países islámicos, a la vez que Israel desataría en su contra a la opinión pública de diversos países de la tierra, algo que parcialmente ha sucedido. Ahora bien, Netanyahu no podía sino pisar la trampa tendida por Hamás, y lo hizo, no a medias, sino hasta sus últimas consecuencias. La estrategia de Israel, en esos momentos era rudimentaria: hacer una guerra total a sus enemigos, comenzando por la destrucción radical de Hamás (y del Gaza).

La primera fase de la estrategia de Irán y Hamás, iba a ser un levantamiento popular en Palestina, hecho que no ocurrió, entre otras razones porque Israel ocupó las áreas de Cisjordania, al mismo tiempo que liquidó a los militantes del Hamás en Gaza, incluyendo al propio Sinwar. La opción de Irán, sin basamento político, quedó remitida a ser una simple estrategia militar cuyo objetivo era tender un cerco a Israel formado por Hamás, Hezbola desde el Líbano, los hutíes del Yemen obstruyendo el Mar Rojo, y todos recibiendo apoyo militar desde Irán y, logístico, aunque de modo disimulado, desde Rusia, pasando por los corredores de Siria. La ayuda militar a Siria era, en su mayor parte, ayuda rusa; no nos equivoquemos.

Lo que no contaban los enemigos directos de Israel era con la enorme superioridad tecno-militar de Israel. Paso a paso, Israel, después del debilitamiento del Hamás, descabezó al mítico Hezbolah, matando incluso a sus dos líderes religiosos y militares, Fuad Shukr y Hassan Nasrallah. No obstante, la derrota definitiva del bloque anti-israelí la perdería Irán en su propia sopa. Comenzó el 1 de octubre, cuando Irán atacó a Israel con cerca de 200 misiles balísticos. La respuesta israelí fue demoledora, destrozando con suma precisión los principales centros estratégicos y militares de Irán. Los ayatollah debieron entender que ya no tenían como ganar la guerra por ellos mismos desatada. Solo estaban librados a la buena voluntad de Putin. Pero el tirano no está dispuesto a apoyar a sus aliados cuando estos fracasan. Y aunque así lo hubiera hecho, Rusia carece de medios económicos para embarcarse en dos guerras de alta intensidad al mismo tiempo. De tal modo, cuando los rebeldes sirios entraron en Damasco, los rusos lanzaron un par de misiles para guardar las apariencias y luego se retiraron con el rabo entre las piernas, para volver solo si las condiciones alguna vez lo ameritan. Probablemente amarrados a China, cuando esta intente apoderarse de los siempre atractivos mercados del Oriente Medio, en la guerra económica que ya se declararon mútuamente Xi Jimping y Donald Trump.

La humillante retirada debe haber dolido mucho a Putin. Sin presencia rusa en el Oriente Medio, con su ala islámica, Irán, impotente y lastimada, la ideología del Nuevo Orden Mundial, fabricada desde Rusia y Peking, se ha ido por el momento al carajo.

Israel ha cumplido, aunque de un modo atroz, su estrategia militar. Según los autores Yadin y Golov, Israel deberá completar su éxito militar, iniciando una estrategia política en cooperación con las potencias saudíes del mundo árabe. Las condiciones parecen estar dadas. Sin embargo, las bases para ese eventual “nuevo comienzo” habría que apuntarlas como saldos positivos de una inteligente iniciativa de la administración Biden cuyo objetivo, durante la guerra, fue neutralizar a Arabia Saudí, Bahréin, Egipto, Jordania, los Emiratos Árabes Unidos. A esa, podemos denominarla, “estrategia Biden”.

Siguiendo la lógica de la “estrategia Biden” los componentes de la asociación islámica suní no serán amigos de Israel, pero sí podrían ser socios en una empresa destinada a reorientar al mundo islámico en torno a acuerdos comerciales y políticos con el mundo occidental, incluido en primera línea, Israel. Sin embargo, para un cumplimiento rápido de esa estrategia hay obstáculos que los autores Yadin y Golov no contemplaron.

El primer obstáculo es que el Israel de Netanyahu no tiene ninguna prisa. Eso quedó claro el 17 de diciembre, cuando Netanyahu, desde los Altos del Golan, manifestó estar dispuesto a devolver territorios ocupados a Siria, "pero solo cuando Israel termine por hacer desaparecer para siempre a la amenaza iraní". Esa empresa, como es evidente, no será cuestión de días, incluso puede extenderse durante años.

El segundo obstáculo es que la “estrategia Biden” está por terminar y ahora viene “la estrategia Trump”, suponiendo que el presidente electo tenga una. Es muy probable que no la tenga. Hasta ahora Trump se ha limitado a secundar sin condiciones cada palabra que venga de la boca de Netanyahu.

El tercer obstáculo, y este el más importante, es que los destacamentos rebeldes que se hicieron del gobierno en Siria fueron apoyados en todos sus términos por la Turquía de Erdogan. Y Erdogan no hace nada sin “cobrar". Detengámonos un momento en este último punto, al que podríamos llamar, “la estrategia turca”

LA ESTRATEGIA TURCA

Así como casi todo el mundo está de acuerdo en que en la última gran guerra del Oriente Medio el gran perdedor fue el eje Irán-Siria- Rusia, no existe menos acuerdo en aceptar que el gran ganador, aparte de Israel, fue Turquía. No es para menos. De la noche a la mañana Turquía ha sido elevada al lugar de potencia hegemónica en el Medio Oriente. Por un lado es miembro de la OTAN. Por otro, mantiene buenas relaciones con el mundo saudí y malas relaciones con Irán. El problema es que uno de los requisitos puestos para ayudar a derrotar a los ejércitos de la Siria dictatorial fue que se le permitiera actuar en los territorios donde están instaladas las milicias kurdas. Así, el sueño dorado de Erdogan estaría a punto de ser cumplido: un Oriente Medio sin presencia política y militar kurda.

Sin embargo, para operar en territorio sirio-kurdo, Erdogan debe primero ocuparlo. Ahora bien, de la ocupación al apoderamiento, hay un solo paso. ¿Se atreverá Turquía a jugar en Siria el rol que jugó Rusia y convertir a ese país que fuera un protectorado militar ruso en un protectorado militar turco? Nadie lo sabe. Pero si eso es lo que intenta Turquía, Israel no lo permitirá.

Ya sabemos como actúa Netanyahu. Lo más probable es que el jefe de gobierno israelí intente aventar el problema antes de que aparezca. Turquía por su parte podría utilizar las pretensiones de círculos del gobierno israelí para colonizar tierras de el Golán en nombre de la defensa de Siria. O a la inversa, Israel podría apoderarse de esas tierras bajo el pretexto de proteger a Siria de Turquía. El detalle es que Turquía es, como Israel, una fuerte potencia militar. No está descartado que Erdogan pueda transformarse en “el mejor nuevo amigo de Rusia”. Puede incluso que Putin lo tenga en carpeta. Recordemos que, cuando el atolondrado intelectual de su corte, Dogin, habló de "la traición de Turquía", Putin lo llamó inmediatamente a callar. El hecho mismo de que Putin hubiera concedido "asilo humanitario" y no "asilo político" a  al-Assad muestra la disposición del dictador ruso a dejarse caer en cualquier otro momento en la región islámica. Pero para eso debe ganar primero la guerra en Ucrania.

La única alternativa para paliar un desmedida dependencia político-militar de Siria con respecto a Turquía sería que Europa se comprometiera a reiniciar las mejores relaciones posibles con la nueva Siria, comenzando con fuertes inversiones en la reconstrucción del país. A esa posibilidad apunta también el líder de la revolución siria, Al Jolani. Sus mensajes a Occidente, y sobre todo a Europa, son verdaderas súplicas. Pero -y aquí está el pero- ¿se puede esperar algo de Europa en estos momentos? Desde el punto de vista militar, nada.

Si Rusia demostró ser incapaz de mantener dos guerras de alta intensidad al mismo tiempo, con mucha mayor razón sucedería lo mismo a Europa. Más todavía en estos momentos, cuando casi todos sus gobiernos se encuentran enfrentando a partidos ultraderechistas y/o  neofascistas, todos aliados de, y subsidiados desde Moscú. Para jugar en Siria, a Europa solo le quedan las cartas económicas y diplomáticas. Es poco; pero peor es nada.

Quisiéramos creer que con la caída de al- Assad comienza una nueva era de paz en Medio Oriente. Pero la realidad también puede ser otra. Pocas veces tantos fanáticos armados se han confabulado para ejercer su dominio sobre los destinos de la tierra. Putin sueña con restablecer el imperio del zarismo. Xi Jimping sueña con un nuevo orden económico mundial dirigido por la China capitalista-confuciana. Los ayatolas creen en la recuperación del antiguo imperio persa bajo bandera islámica. En Turquía late el deseo de hacer renacer el antiguo imperio otomano. En el equipo de Netanyahu hay sectores que anhelan la recuperación de los territorios bíblicos de Israel.Y en los Estados Unidos, su nuevo presidente quiere hacer grande a América otra vez. Incapaces de vivir en el presente mirando hacia el futuro, quienes deberían dirigir al mundo se han convertido en prisioneros de un pasado que, para colmo, ha sido por ellos mismos inventado. 

Tiene razón Mafalda: a veces dan ganas de bajarse de este mundo.

Referencias:


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