
R ayo, marco, anoto y escribo con letras que nadie, a veces ni yo mismo, logrará descifrar. Cada libro que pasa por mis manos queda convertido en un esperpento. Ninguno se salva de la masacre que cometo en esos márgenes que parecen hechos para dejar ahí imborrable testimonio de mi “genialidad”. El tango de la Guardia Vieja de Arturo Pérez-Reverte quedó también convertido en una lástima después de mi lectura. Resultado de un indirecto dialogo mantenido con el escritor durante un par de días –más no demoré en leer sus 500 y tantas páginas- en las cuales obtuve ese placer que permanece en uno cuando ve, parafraseando a la Violeta, “el fruto del cerebro humano”. Una novela que me llevó a pensar más allá de su trama. Por de pronto, a pensar en lo que no se puede dejar de pensar cuando uno piensa: en el tiempo y sus espacios. Tres tiempos y tres espacios: El Buenos Aires de fines de los a ñ os veinte; Niza bajo el impacto del fascismo, sus acérrimos espías y la guerra civil...