Hay un problema con las tipologías: no hay ninguna que no sea tributaria de una realidad determinada, de tal modo que cuando una es transferida a otra realidad, hay que contar con un déficit de aplicación. O es excedente o es insuficiente con respecto a la realidad a la que pretende tipificar. Hay, por lo tanto, que aplicarlas con sumo cuidado, haciendo siempre las advertencias del caso. Una de ellas es que solo pueden dar cuenta parcial del objeto tipificado. Para hablar con ejemplos, hay diferentes regímenes a los que calificamos de fascistas, pero la mayoría no cumple con las condiciones pertinentes a los fascismos de la primera ola, antes de la segunda guerra mundial. Lo mismo sucede con el concepto de totalitarismo que a la vez engloba a los fascismos y a los estalinismos. Hannah Arendt, si no la inventora, la mejor descriptora del fenómeno totalitario, lo utilizó para referirse a la dominación total (valga la redundancia), cuando el estado, en su forma fascista o estalinista, s